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El Rozenhoedkaai, estampa de Brujas |
Las vueltas que da la vida. La naturaleza, en forma de
tormenta, abrió un canal que permitió que la ciudad de Brujas tuviese acceso
directo al mar del Norte, lo que hizo de la ciudad uno de los puertos más
prósperos del comercio de lana.
Pero poco a poco, esa misma naturaleza fue robándole el mar. Los sedimentos fueron acumulándose en el lecho del canal y, finalmente, ese
acceso al mar quedó totalmente impracticable. Una verdadera tragedia para esta ciudad
de ricos comerciantes. Pero ese aislamiento del mar es precisamente lo que ha
hecho posible que el casco antiguo de Brujas haya conservado su esencia…
¿Te apetece conocer Brujas?
Pues ¡no te olvides el pijama!
La llegada al centro histórico de Brujas (patrimonio de la
Humanidad) siempre impresiona al visitante. Tanto si nos alojamos en Brujas
como si visitamos la ciudad en excursión desde alguna de las localidades de su
entorno (Bruselas, Gante, Amberes…), entrar en Brujas supone trasladarse en el
tiempo y poder apreciar los vestigios de grandeza que conserva y,
simultáneamente, la quietud que deja el declive. Esa mezcla de emociones hace
de la pequeña ciudad de Brujas un lugar verdaderamente romántico y entrañable.
Preparando el viaje:
Cuándo ir:
Como ocurre con tantos otros destinos, no hay una “fecha
buena” ni una “fecha mala” para visitar Brujas. Cada época tiene sus
particularidades, y todo depende de nuestros gustos, prioridades y
restricciones de tiempo.
Así, por ejemplo, viajar a Brujas en verano nos da la opción
(sí, opción, no seguridad) de tener un tiempo mejor que el resto del año. Pero
es una zona muy lluviosa, por lo que el paraguas, sin duda, puede convertirse
en “nuestro mejor aliado”. A cambio de disfrutar de mejores temperaturas,
seguramente encontremos muchos más turistas y pagaremos más por el alojamiento.
Aunque la ciudad no pierde encanto, su visita puede resultar menos cómoda.
Si visitamos Brujas en diciembre, podremos visitar su tradicional
mercadillo de Adviento. Allí encontraremos productos típicos navideños, comprar
productos artesanos y quitarnos el frío con el típico “vin chaud”, un vino
caliente con especias similar al “Glühwein” alemán y que, si tenéis
oportunidad, no debéis perderos.
Pero no quiero perderme en detalles de los mercadillos de
Adviento, ya habrá tiempo de hablar de ellos en el blog…
En mi opinión, aunque cualquier momento es bueno para visitar
Brujas, el otoño y, sobre todo, la primavera son los mejores momentos para
visitar la ciudad. Tendremos temperaturas razonables y disfrutaremos de una visita
más tranquila, sin tantas aglomeraciones. Pero esto es solo una opinión…
Cómo ir:
Brujas está situada a unos 100 km de Bruselas, lo que supone
aproximadamente una hora y media de camino en coche. Pero quizá no sea el coche
el mejor medio de transporte para llegar a la ciudad, porque Brujas es una
ciudad pequeña, repleta de canales, y aparcar allí puede ser “misión imposible”
o, al menos, “misión muy difícil y cara”.
En cambio, llegar a Brujas en medio de transporte público
resulta bastante sencillo y cómodo. No se tarda más de hora y media en llegar
desde Bruselas a Brujas en autobús o tren. Además, si utilizamos el tren,
podremos llegar al propio aeropuerto de Bruselas, o con una extensa red de
trenes de alta velocidad que nos conectará con Francia, Holanda, Luxemburgo, Alemania…
El “visitante medio” que llega a Brujas suele visitar la
ciudad sin pernoctar en ella, y llega desde ciudades cercanas como Bruselas, a
100 km de allí, o Gante (a 50 km siguiendo la misma ruta).
Pero pasar la noche en Brujas nos permitirá, sin duda,
disfrutar más de la tranquilidad de la ciudad. Cuando los autobuses turísticos
–generalmente procedentes de Bruselas- han abandonado la ciudad, Brujas queda
en manos de sus habitantes (pocos más de cien mil) y de los relativamente pocos
turistas que duermen allí.
Supervivencia:
Si disponemos de suficiente tiempo, merece la pena quedarse a
dormir en Brujas. Os propongo alguno de estos hoteles:
The Pand Hotel (Pandreitje, 16): situado en uno de los rincones
más agradables del casco antiguo, este hotel-boutique está muy cuidado y es un
remanso de paz. No es muy grande (esto es relativamente frecuente en esta zona
de Europa), pero lo compensa su localización y estado. Aunque sus precios son
generalmente altos, una reserva con tiempo puede permitir que nos ahorremos
muchos euros.
Hotel NH Brugge: los incondicionales de la cadena NH también
tienen su opción en Brujas. En este caso estamos hablando de un hotel también
céntrico, situado muy cerca de la catedral y que cuenta con la ventaja (si
decidimos viajar en coche) de estar situado cerca de un aparcamiento público.
Novotel Brugge Centrum: algo más alejado, aunque Brujas tiene
un tamaño bastante razonable, este hotel tiene un carácter más funcional y
suele ofrecer precios más contenidos.
Sobre la comida, no dejéis de probar los mejillones de la
zona, generalmente servidos con patatas fritas (“mosselen met friet” o “moules-frites”,
según los veamos anunciados en flamenco o francés), y regados, cómo no, con cerveza del lugar.
Y por la parte dulce, dejaos cautivar por los pannekoeken, una especie de crepes típicos de Flandes y Holanda. Y por supuesto, por el chocolate...
Y por la parte dulce, dejaos cautivar por los pannekoeken, una especie de crepes típicos de Flandes y Holanda. Y por supuesto, por el chocolate...
¿Quién puede resistirse? |
Paseando por Brujas:
La mejor forma de conocer Brujas es, sin duda, a pie. La
ciudad es relativamente pequeña y no nos resultará cansado andar por sus
callejuelas y canales para visitarla.
Podemos empezar nuestra visita en el Grote Markt, centro neurálgico de la ciudad, con numerosos
edificios medievales y en la que encontraremos el imponente campanario (Belfort), un edificio construido entre
los siglos XIII y XV cuya torre tenía como principal función la vigilancia ante
posibles incendios. Sus salas tenían destino comercial y, en el siglo XIII,
este edificio albergó el ayuntamiento.
Atención a las 47 campanas que componen el Belfort, ¡que
siguen estando en funcionamiento! Había distintos toques, que anunciaban, por
ejemplo, el inicio y final de la jornada laboral, la apertura y cierre de las
puertas o el momento a partir del cual no podía salirse a la calle sin
antorcha, por ejemplo.
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Vista nocturna del Belfort |
Desde allí, tomaremos la Breidelstraat para llegar al Burg,
la plaza donde se encuentra el actual Ayuntamiento (Stadhuis) y la Basílica de la Santa Sangre (Basiliek van het Heilig Bloed). El Ayuntamiento, construido entre
1376 y 1441, es una de las muestras más notables del Gótico brabantino, y la
Basílica es el elemento central de la procesión de la Santa Sangre, que se
celebra el día de la Ascensión y es una de las principales manifestaciones
religiosas de la región.
Atravesando el denominado “callejón del asno ciego”
(Blinde-Ezelstraat, llamado así por el burro que trabajaba – al parecer, con los ojos tapados – en el molino), nos adentramos en una zona rodeada de
canales y románticas callejuelas. Por allí llegaremos al Vismarkt o Mercado del Pescado. Y quizá nos preguntemos: ¿por qué
este mercado no estaba en el Markt? Si retrocedemos mentalmente a la Edad Media,
e imaginamos las condiciones en que se trabajaba, encontraremos la respuesta: el
olor del pescado hacía imposible la convivencia con cualquier otro género.
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Brujas y sus canales |
Junto al Vismarkt encontraremos uno de los rincones más
bonitos (y fotografiados) de Brujas: el Rozenhoedkaai.
Desde allí podremos, además de hacer la tradicional foto, comenzar una ruta en
barco por los canales de la ciudad.
Desde el Rozenhoedkaai podemos seguir el recorrido del canal
Dijver hacia la catedral de san Salvador,
principal iglesia de la ciudad (y la más antigua), y dirigirnos hacia el Begijnhof.
El Begijnhof, o
beaterio, es un remanso de paz dentro de la ya tranquila ciudad de Brujas. El
origen del Begijnhof parece ser un grupo de mujeres jóvenes sin recursos que,
allá por el siglo XIII, comenzaron una vida medianamente contemplativa
(alternaban elementos de la vida religiosa con el trabajo de la lana) en esta
parte de la ciudad. Merece la pena dedicar un rato de nuestra visita a
adentrarnos en el Begijnhof e imaginar la vida en uno de estos beaterios, tan
característicos de las ciudades de Flandes.
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Interior del Begijnhof |
Por cierto, cerca del Begijnhof se encuentra De Halve Maan (Walplein, 26), la última
fábrica de cerveza de la ciudad. Quizá nos hayamos ganado una cervecita después
del recorrido turístico, ¿no?
¿Ganas (y tiempo) de
más?
A partir de aquí, tenemos varias opciones. Podemos, por
ejemplo, visitar otros monumentos importantes de la ciudad, como la iglesia de
Santiago (Sint Jakobskerk) o el museo Memling. O quizá prefiramos retroceder
hacia el Rozenhoedkaai y dar un paseo hacia Sint-Annaplein y llegar hasta alguno
de los molinos más tradicionales de la ciudad: Sint Janshuis Molen y
Koeleweimolen.
Quizá prefiramos continuar nuestra visita de un modo
diferente. Por ejemplo, con una excursión en bicicleta hasta el pueblo de
Damme, una ruta fácil (el terreno es muy llano) y que nos dejará ver una parte
más rural de Flandes y elementos tan característicos de esta zona como los “pólder”
(diques que se construyeron para ir ganando terreno al mar).
Por último, podemos continuar nuestra ruta hacia otras
ciudades de Flandes, como Amberes o Gante, dirigirnos a Bruselas, o e incluso
acercarnos hacia la costa en Zeebrugge.
Pero eso ya será en otro viaje…
Espero
que te haya gustado este post y, por supuesto, ¡espero tus ideas y comentarios!
¡Hasta pronto!
¡Y no te pierdas la cuenta de No te Olvides el Pijama en Instagram!
No ano passado fui a Burges e gostei imenso! O teu blog está muito bom!
ResponderEliminarVou continuar a seguir as tuas viagens!
Muito obrigado Margarida!
EliminarÉ uma cidade maravilhosa, sim.
Fico muito feliz por gostares do meu blog!!!
Em breve chegará um novo post, espero estar à altura!!!
Até breve!